Me desperté más tarde de lo normal en las últimas semanas, estaba relajado y tranquilo. En la conversación que sostuve con Gutiérrez y Vallejo, que hablaba a través del manos libres, llegamos a la conclusión de que Jordi era el candidato perfecto al asesinato y que probablemente tuviera problemas psicológicos debidos a una infancia que, según el dossier recopilado por Raquel, pasó entrando y saliendo del reformatorio, con un padre alcohólico y adicto al juego y sin madre, ya que esta murió durante el parto de Jordi, su único hijo. Probablemente el padre echase la culpa a su hijo de la muerte de su mujer y las palizas y vejaciones fueran constantes. Jordi pasó varias veces por la cárcel por incidentes menores, una pelea en un bar, una acusación de proxeneta, etc. Tenía el perfil psicológico adecuado para ser un asesino en serie, ahora sólo había que encontrar su relación con las otras víctimas. El móvil sin duda era la envidia por una niñez repleta de facilidades frente a las desgracias que tuvo que vivir él.
Jordi fue puesto en busca y captura, se controlaba la salida de personas por tierra, mar y aire. Su imagen se difundió en medios de comunicación locales y regionales.
Convoqué en la comisaría a los familiares de las otras víctimas para saber si conocían a Jordi o habían oído a sus hijas hablar sobre él, pero el resultado que obtuve fue negativo. Pasé entonces a un plan más tosco, pero que podía resultar, y de hecho así fue. Pregunté a cada una de las familias por separado los hábitos de ocio que tenían sus hijas, preguntas del estilo ¿le gustaba a su hija la lectura?, ¿el cine?, ¿el futbol?, ¿las discotecas?, ¿qué clase de discotecas?,¿alguna en concreto?, y aquí es donde encontré un punto en común de todas las víctimas. Todas ellas frecuentaban una conocida discoteca del centro de la ciudad, caracterizada por acoger a personas de alto nivel económico y con gustos nocturnos más bien extravagantes. Eran muchas las personas que acudían a ese local los viernes y sábados por la noche, pero que todas las víctimas coincidieran en él era de lo más significativo. Ahora sólo faltaba ir a la discoteca y descubrir si Jordi también era un cliente habitual.
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