lunes, 15 de noviembre de 2010

Capítulo 14 - Martes 13 de Septiembre

Llevaba más de dos semanas trabajando sin descanso, la baja de Vallejo me obligaba a trabajar los fines de semana y a estar disponible todos los días para lo que pudiera surgir. Supongo que el jefe Gutiérrez había repartido los trabajos de menor relevancia con los de uniforme, ya que lo único a lo que me dedicaba yo era a buscar al asesino del tatoo.

Esa mañana salí pronto de mi apartamento y me dirigí a la dirección en la que vivía Jordi. Era una casa pequeña, de una sola planta y con aspecto deprimente. Él no estaba, así que aparqué en un callejón y me metí en un bar que había enfrente de su casa.
Mas que un bar era una taberna de barrio, con olor a vino malo y suciedad por todas partes. La dueña era una mujer alegre, que andaba de una lado para otro con una mandil puesto y el pelo recogido en una cola de caballo.
Mientras lavaba unos platos le pregunté por Jordi, y me dijo que era un buen chico, muy trabajador. Comento que sus padres murieron cuando él era pequeño y que había pasado la mitad de su vida en un orfanato. Una hora después la mujer me dijo:
- mire, ahí esta Jordi-

Era un muchacho delgado, con el pelo corto, ojos hundidos y barbilampiño. Dejé que entrara en la casa y luego me acerqué a la puerta. Era un día caluroso, pero llevaba puesta una cazadora de cuero bajo la que ocultaba el revolver.

Llamé a la puerta y sostuve en mi mano izquierda la placa mientras la derecha se introducía en mi cazadora tocando la culata de la pistola.
- Buenos días, policía- dije cuando abrió la puerta.
- Buenos días – respondió con cara de sorpresa.
- Quiero hacerle algunas preguntas sobre Laura- aún no había terminado de decirlo cuando mi cabeza golpeaba la acera tras haber sido empujado por el muchacho, que corría gritando con la voz desgarrada - ¡yo no lo he hecho!, ¡yo no lo he hecho!, yo la quería y cometí el error de apartarme de su lado y permitir que todo esto pasará. ¡no la he matado!, ¡¡la quería, la quiero!!.
Saque la pistola de la funda y apunté, pero yo nunca había disparado a nadie, así que la vista se me nubló y sentí un ligero mareo. Jordi escapó y aunque sus palabras parecían sinceras, el sentido común me decía que si fuera inocente no escaparía de aquella manera.

Cogí el coche y me marché a comisaría para comunicar al jefe Gutiérrez lo que había ocurrido. Por el camino intentaba dar vueltas a una posible relación de Jordi con las otras víctimas.

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