martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 9 - Martes 6 de Septiembre

A la mañana siguiente fui a visitar la casa de la primera víctima. Estaba en un edificio de apartamentos de lujo, rodeado de un gran terreno en el que se alternaban zonas de ocio con jardines y parcelas de verde césped. Subí a su apartamento, y me encontré con una decoración que denotaba un alto nivel económico. También me llamó la atención la extrema limpieza del lugar. Me chocó que alguien tan adinerado se dedicara a limpiar su casa con tanta pulcritud, por tanto me imagino que alguien iba a hacer la limpieza. El apartamento no tenía nada más que me llamara la atención excepto la habitación, en la que la escena del crimen está totalmente rodeada por una cinta amarilla.
                       
Salí al pasillo y llamé al portal de enfrente para preguntar si oyeron algo el día en que se cometió el crimen. Ni la señora ni su marido estaban en casa aquel día, pero sí descubrí que una señorita limpiaba la casa dos días a la semana, los lunes y los jueves. Por cierto esta primera víctima fue asesinada el viernes 15 de Agosto.
                       
Mis siguientes pasos serían visitar a la familia de la víctima y localizar a la chica de la limpieza. Lo primero fue fácil, ya que la dirección estaba incluida en el dossier que Vallejo me dejó sobre este primer asesinato.
     
A las afueras de Vigo en un chalet de dos pisos con un amplio terreno rodeándola vivían los padres de la chica. Abrí una pequeña puerta de metal que da acceso al jardín y dos grandes palmeras custodiaban el camino de adoquines que llevaba hasta la casa. Llegué a una robusta puerta de madera, de sauce me atrevería a decir, que era la entrada principal a la casa. Llamé al timbre y en unos segundos apareció una mujer de mediana edad, bien vestida y con aspecto de haberse pasado media vida en la peluquería.
- Buenos días, soy el teniente Sam del servicio de homicidios. Vengo a hacerles unas preguntas sobre el asesinato de su hija.
- ¿y el teniente Vallejo? - me dijo la mujer con cara de sorpresa.
- el teniente Vallejo ha tenido que dejar el caso y yo soy su sustituto.
- ¿no es usted demasiado joven para llevar un caso de esta índole?
“No está usted demasiado peinada y pintarrajeada como para haber perdido a su hija hace un par de semanas”, - pensé. Aunque lo que finalmente dije fue que no debía preocuparse por mi edad, que era un buen profesional y no tendría ninguna queja de mí. Algo pretencioso, pero correcto al fin y al cabo.
La señora me permitió entrar y ante mí se abrió un recibidor enorme con una gran escalera alfombrada que lo conectaba con el piso superior.
-Pase al saloncito - me dijo mientras extendía el brazo de una manera hospitalaria y acogedora. - ¿Quiere tomar algo?- preguntó. Respondí que no y me acomodé en un sofá que hacía una “ele”, en el medio del “saloncito” de setenta metros cuadrados.
Ella se sentó a mi lado y comenzó a decir:
- Ya he hablado de este tema con Vallejo y no me gustaría removerlo más, ya que me causa un gran dolor y mi psicólogo me ha recomendado que no lo toque durante un tiempo.
- Sólo serán unas preguntas breves, no le molestaré- respondí con delicadeza.
- ¿Por qué su hija no vivía con ustedes?
- Era una chica muy independiente,  así que hace un par de años se marchó.
- ¿Cree que alguna de las personas que conocía pudo haberle hecho eso?
- No, era una chica muy cariñosa, quizá excesivamente cariñosa-Estas últimas palabras salieron de su boca con una entonación que denotaba un cierto rencor, así que decidí darle otro giro de tornillo al tema.
- ¿Por qué demasiado cariñosa?
- Bueno, en fin, ya sabe. La juventud hoy en día vive en sueños y ve pajaritos donde no los hay.
- Un novio quizás.
- Sí. Hace un mes dejó el país para irse a Brasil.
- Podría decirme su nombre.
- Si, era un tal Jordi, aunque él no tuvo nada que ver con lo que le paso a Laura, él estaba muy lejos de aquí cuando todo sucedió. - Al final de la frase su voz se resquebrajó y sus ojos manaron con  timidez dos lágrimas que rápidamente secó con una pañuelo de seda.
Una última pregunta- dije en tono tranquilizador- ¿Por qué no deja que hagamos la autopsia al cadáver?
- No, ni hablar-  respondió con sequedad- no queremos que el cuerpo de mi hija sea tocado por nadie más.

Quizá fue una impresión mía, pero me daba la sensación de que mi pregunta había turbado aún más a la señora y que su respuesta sólo era verdadera a medias. En fin , el sexto sentido del detective, aunque yo ni siquiera sabía si estaba utilizando bien los otros cinco.
Me levanté dando por concluida la entrevista y le dije que haría todo lo posible por atrapar al asesino de su hija. La señora me acompañó hasta la puerta y justo antes de que la cerrara recordé algo, me giré y le pregunté:
- Tenía su hija alguna asistenta.
- Creo que sí. La contrató a través de una agencia de empleo, pero no sé ni el nombre de la mujer ni el de la agencia.
 
Durante mi recorrido en coche no se me quitaba de la cabeza que estaban quedando demasiados cabos sin atar en esta investigación, y que, sorprendentemente, parecía que nadie tenía intención de ayudarme a atarlos. Me fui a casa y después de una cena acompañado por la televisión conseguí conciliar el sueño.

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