Ese fin de semana decidí ambientar un poco el estudio. Pegué algunos pósters de Los Beatles y coloqué una foto de mi familia y otra de mi novia sobre el televisor.
No había un ambiente muy hogareño, pero tenía que hacer que fuera lo más agradable posible.
El domingo fui al cine, y luego estuve tomando un refresco en la terraza de una cafetería de la Calle del Príncipe. Ésta era una calle peatonal en la que había músicos, mimos y toda clase de artistas urbanos.
Por la noche volvió a mi cabeza el caso de las chicas asesinadas y no logré conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada.
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