Al día siguiente debía seguir patrullando, pero el caso de Vallejo no paraba de darme vueltas en la cabeza. ¿Cuál era la razón por la que el asesino quería que los cadáveres se mostraran desnudos en sus camas? Y, ¿qué significaba ese tatuaje?.
Decidí investigar el caso por mi cuenta en los ratos libres y, sin que nadie lo supiera entré en la sala de archivos de la comisaría y fotocopié los informes de las anteriores muertes. Todas ellas eran mujeres jóvenes, entre los 20 y los 25 años. Las tres habían muerto en las mismas condiciones y en las últimas dos semanas.
Recurriendo a mis libros de investigación saqué la conclusión de que si había un asesino en serie, tenía que haber un motivo, un detalle que era común a todas las víctimas y que además era la razón de los asesinatos. !Efectivamente!, había una característica común en las chicas de la cual no me había percatado. Al revisar sus datos me di cuenta de que todas sus direcciones pertenecían a zonas privilegiadas de la ciudad, la primera vivía en un lujoso apartamento en la Avenida de Europa, muy cerca de las playas y las otras dos en el Monte del Castro. Esta dato unido al lugar donde encontramos el último cadáver me hizo pensar que el móvil de los asesinatos era el robo, pero en las escenas de los crímenes nunca faltó dinero ni objetos de valor, con lo que mi hipótesis terminó por los suelos.
Seguía en blanco y mi inquietud crecía al pensar que, de no encontrar algo pronto, otra chica sería asesinada y tatuada con un diablillo alzando un hacha.
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